El cacao, un manjar divino.

 

Si tú también eres amante del cacao y del chocolate, entonces apunta en tu agenda el Día Nacional del Cacao y el Chocolate, un día para disfrutarlo y aprender de sus orígenes y procesos de producción.

 

El 2 de septiembre ha sido designado como un día de celebración nacional con el afán de propiciar el consumo de cacao mexicano así como extender los conocimientos que se tiene sobre el mismo.

 

Sin embargo, independientemente de estas celebraciones, el mes de septiembre está íntimamente relacionado con este cultivo, ya que el cacao solamente tiene dos periodos de cosecha al año, y uno inicia justamente en estos días.

 

Los primeros cultivos conocidos corresponden a las culturas mayas (500 a. C.), y precisamente el nombre de cacao proviene de la palabra maya cac, que significa rojo, en referencia al color de sus frutos, y cau, que expresa la idea de fuerza y fuego. Los aztecas, siguieron a los mayas en el cultivo y uso de estos frutos, y lo denominaban cacahuat. Mayas, toltecas y aztecas emplearon el nombre xocolatl (chocolate) para referirse a la bebida aromática que se obtenía de ellos y a la que atribuían un efecto reconstituyente e incluso afrodisíaco. Dicha bebida se fabricaba licuando con calor la pasta de cacao, la endulzaban con miel y la aromatizaban con vainilla.

 

El cacao es uno de los cultivos representativos de nuestra cultura, un elemento valioso originario de nuestro territorio que en algún momento fue apreciado con tanto valor que se utilizaba como moneda de cambio, por lo menos durante el reinado de Moctezuma II. Con 4 granos se podía comprar un conejo, y con 10, la compañía de una mujer. Situación que se mantuvo tras la conquista de México por los españoles, y el establecimiento del virreinato de Nueva España. Se dice que Cortés fue el primer europeo que probó esta bebida, y los monjes que participaron en sus expediciones los responsables de su introducción en Europa, en 1615 en la corte francesa, aunque su uso quedara restringido a la aristocracia.

 

Su valor, no solo está en su delicioso sabor y sus nutrientes, sino también en el arte del cocinero al entregarse a la molienda y la dedicación que se pone en todo el proceso que conlleva para ser creado y poder deleitarse como el chocolate que conocemos.

 

Según las leyendas, es una representación del amor de Quetzalcóatl hacia la humanidad. Un deleite que se pensaba te permitía entrar en contacto con los dioses. Era tan valorado, que por algún tiempo fue exclusivo para los guerreros y los altos sacerdotes. Y es que a veces sí podría considerarse un regalo divino, pues las creaciones que con estas semillas pueden llegar a prepararse son exquisitas. 

 

Te invitamos a que la próxima vez que disfrutes un plato, postre, helado o barra de chocolate artesanal, reflexiones un momento y agradezcas las horas que se dedicaron en la cocina para su creación. ¡Que disfrutes tu regalo de los dioses!